El Pais had a couple articles this week on the Boom. The most interesting were the brief quotes from younger writers reflecting on what the Boom has meant to them, good or bad. I like to see a few criticisms of the terms and celebrations of certain elements. (emphasis mine)
Damián Tabarovsky (Argentina, 1967)
El boom retoma la ilusión de que el escritor latinoamericano tiene que tener algo de for export, de very typical (Bolaño es el último avatar del boom) con algunas gotitas de denuncia social y pasteurización de tradiciones locales. A la vez, introduce la novedad de que para ser escritor, o aún peor, hombre de letras, hace falta tener a una Carmen Balcells, o alguien como Carmen Balcells, o a muchos como Carmen Balcells; expresa el momento en que Barcelona comenzó a volverse sede del poder económico editorial en castellano; informa sobre la necesidad del mercadeo de izquierda como paradigma de la figura mediática del escritor latinoamericano (García Marketing, como lo llamaba Fogwill). Lamentablemente no aprendí demasiado de esas cosas. O por la negativa, tal vez sí, mucho. Algo más: hace poco releí Pedro Páramo y Tratados en La Habana, casi antagónicos y ambos notables.
Yuri Herrera (México, 1970)
Quizá lo primero es lo que los mismos escritores del boom aprendieron de los modernistas: que la voluntad de estilo define la mirada sobre la realidad y la fuerza de su narrativa. Que la del boom, entre otras cosas, adolece de ser una lista compuesta casi exclusivamente por hombres. Que un fenómeno mercadotécnico a veces solo es eso, y a veces se aprovecha de algo evidente, como que la mejor literatura en lengua española ya se estaba escribiendo en el continente americano. Que un buen escritor no necesariamente es una autoridad moral: algunos de los que escribieron las mejores novelas del siglo XX también plagiaron el trabajo de otros, sostuvieron amistades con dictadores, justificaron invasiones injustificables y subordinaron sus opiniones políticas a las necesidades de sus patrocinadores. Que una buena novela sobrevive a las mezquindades de sus autores e inclusive a su propio éxito.
Andrés Neuman (Argentina, 1977)
Ninguna etiqueta explica la realidad, pero algunas la mutilan hasta volverla incomprensible. De eso que llamamos boom aprendí el abismo entre los rótulos y las obras. ¿Qué tiene que ver Lezama con Onetti? ¿Por qué García Márquez (1927) y Vargas Llosa (1936) sí, mientras Puig (1932) no? ¿Hasta cuándo maestros como Di Benedetto o Ribeyro seguirán fuera de la foto? ¿Por qué no figuran poetas, habiéndolos brillantes? ¿No resulta sospechoso que ni siquiera Elena Garro, Silvina Ocampo o Clarice Lispector aparezcan en tan viriles listas? De eso que llamamos boom admiro la ambición estética de sus autores, que me hace pensar en la infinitud de la escritura; y recelo de sus mesianismos políticos, que me hacen pensar en la patología del liderazgo. Entre tanta generalización, dos décadas de textos extraordinarios. Tan grandes que merecen ser leídos como por primera vez, desordenando los manuales.
Antonio Muñoz Molina has an interesting memory of meeting Onetti, a writer who is not usually listed in the boom.
And on the publication of Luis Harss’ collection of interviews, Los nuestros, with Boom era writers, there is a lengthy profile and excerpt.
All the Boom one needs for the week.