In Praise of the Late Works of Borges – Jorge Fernandez Diaz in El Pais

El Pais has an article praising the late works of  Borges. I’m less a fan of these than his earlier works, especially Ficiones and El Aleph. In those earlier works Borges paid a bit more attention to the feel of the story, not just his famous paradoxes. I find it makes them more intriguing as stories not just essays in story form. They also seem fresher. Some of the later works seem to repeat themselves.

El informe de Brodie resulta un homenaje explícito a Conrad, y tiene ecos de Roger Casement, ahora héroe trágico de El sueño del Celta. El informe en cuestión condensa una originalísima civilización selvática, arcaica y perdida. En rigor de verdad muchos cuentos cortos de Borges suelen ser sinopsis de novelas. Ciego e impedido de escribir el gran género de la literatura moderna, el autor de El Aleph se dedicó a repudiarlo luego de haberlo leído con fruición.

En el comienzo de El duelo ofrece precisamente una explicación ingeniosa acerca de su procedimiento literario y, sobre todo, alrededor de su imposibilidad de escribir textos de largo aliento. “Henry James quizás no hubiera desdeñado la historia”, dice sobre el breve cuento que se dispone a escribir. “James le hubiera consagrado más de cien páginas de ironía y ternura, exornadas de diálogos complejos y escrupulosamente ambiguos. No es improbable su adición de algún rasgo melodramático”. A continuación, Borges confiesa que “lo esencial no habría sido modificado” si James lo hubiera escrito. Pero también que él ahora se limitaría “a un resumen del caso, ya que su lenta evolución y su ámbito mundano son ajenos a mis hábitos literarios”.

Un resumen del caso le permite despachar a su vez la novela que lo desveló a lo largo de décadas y que se llama El Congreso. Está en El libro de arena y Borges fracasó al llevarla a cabo, de manera que se contentó con redactar en su ancianidad la trama en pocos folios, como un guionista que escribe el tratamiento del guión sin atreverse a desarrollarlo. Ese, por su carácter autobiográfico, era el relato que más gustaba a aquel Borges crepuscular que había decidido ser cortés con el lector, aunque nunca condescendiente, siguiendo la máxima de Wells: “La conjunción de un estilo llano, a veces casi oral, y de un argumento imposible”.