El Pais has a lengthy profile of the late Argentine writer Ernesto Sabato that goes into more of his personality then a recital of dates. Considering the scant coverage of his death it is worth a read. His literary output has always struck me as uneven not in its quality, but its frequency. Reading this you can get a sense of why. Also included in El Pais this week is an excerpt of an unpublished work from the 50s. It is so short it is hard to say if it would be any good or not. It kind of has the feel of the Tunnel, what little I could read. It did have the interesting line “…el heroísmo, como alguien que no recuerdo ha dicho, consiste en ver el mundo tal como es y sin embargo vivir y amarlo.” (heroism, as someone that I can’t remember said, consists in seeing the world as it is and still living and loving it.) You can read the profile here and the excerpt here.
Tenía, en efecto, “un interior melancólico, pero al mismo tiempo rebelde y tumultuoso”. Aflora esa intimidad en sus novelas, y en el espacio público; pero en la intimidad adoraba la música, la perfección de la belleza, el vino, las comidas contundentes a las que al final tuvo que renunciar para poder luchar por la vida, que se le prolongó casi hasta los cien años. Pero en ningún momento renunció a ese sentimiento de urgencia imperativa con la que se condujo ante el arte y ante la vida. “Todo debía ser urgente”, cuenta Elvira, “hasta un vaso de vino. ¡Alcánzame un vaso de vino, es urgente!”.
Como un niño junto a un muro sin puerta. Escribió Sabato: “La educación que recibimos (él era el décimo de once hermanos) dejó huellas tristes y perdurables en mi espíritu (…) La severidad de mi padre, en ocasiones terrible, motivó, en buena medida, esa nota de fondo de mi espíritu, tan propenso a la tristeza y a la melancolía”. Pero, como el padre, “debajo de la aspereza en el trato” Sabato mostraba “un corazón cándido y generoso”.
Que afloraba cuando no había escritores alrededor. Se distanció de Jorge Luis Borges por motivos políticos (y bien que lo sintió Sabato, dice en sus memorias), pero volvieron a verse, esporádicamente, con distancia, e incluso compartieron un libro de conversaciones; y fue amigo hasta la muerte de José Saramago, que viajó “como en peregrinación” a Santos Lugares, la casa de Ernesto, y este fue con Elvira a verles a Pilar y a José en Lanzarote… Pero sus afinidades literarias eran clásicas y del pasado, y la vida no lo llevó por saraos o ferias. Su sentimiento de urgencia no lo convertían en un asistente cómodo a los festejos.
By the way, for my regular readers, I’ve been on vacation, so I should start having more frequent posts from now on.