La Jornada has a lengthy piece from Elena Poniatowska about the Tlatelolco Massacre. La noche de Tlatelolco is one of her most important books and a new, updated version has been brought out. The massacre was a pivotal moment in Mexican history, one that showed Mexico had a long way to go on civil rights.
Cuarenta y cuatro años más tarde, el 11 de Mayo de 2012 surgió un movimiento que tomó por sorpresa a nuestro país con su espontaneidad y su frescura: #YoSoy132, y Ciudad de México sacudió sus telarañas y su desesperación y todos respiramos mejor. Nació “una pequeña República estudiantil”, como lo dice Carlos Acuña.
Durante esos cuarenta y cuatro años, ¿qué había pasado en el país? Después de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría impuso a López Portillo; éste impuso a De la Madrid, quien a su vez impuso a Salinas de Gortari por encima del verdadero ganador, Cuáuhtemoc Cárdenas. Seis años más tarde, su candidato, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado en Tijuana, el 23 de marzo de 1994, en Lomas Taurinas, Tijuana, y este crimen propició el asenso al poder de Ernesto Zedillo, quien a su vez le entregó la banda presidencial a Vicente Fox, del PAN (partido de oposición), que defraudó a los mexicanos como habría de hacerlo su sucesor, Felipe Calderón. (Una joven estudiante del #YoSoy132 refutó a la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, y le dijo que cuando ella hablaba de estabilidad económica tenía que recordar que “vivimos en un país con 52 millones de pobres y 7 millones de nuevos pobres en este sexenio: 11 millones en pobreza extrema”.)
Durante estos cuarenta y cuatro años surgió una ciudadanía nueva, alerta, crítica y desencantada, cuyo punto de referencia era la masacre del 2 de octubre de 1968. Varios jóvenes se convirtieron en guerrilleros, varios maestros rurales inconformes canjearon la pluma por el fusil y se refugiaron con sus seguidores en la sierra de Guerrero. (Habría que recordar la mejor novela de Carlos Montemayor, Guerra en el paraíso.) El gobierno persiguió a los contestatarios y conocieron la tortura. A doña Rosario Ibarra de Piedra le “desaparecieron” a su hijo Jesús e inició el movimiento Eureka con otras madres que gritaban: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos.” Los desaparecidos mexicanos eran aún más invisibles que los argentinos, porque México había sido el refugio de todos los perseguidos políticos de Chile, de Argentina, de Uruguay, de Guatemala; ¿cómo podía entonces encerrar a sus opositores? El gobierno negaba que hubiera tortura, “separos” y cárceles clandestinas.