Mexican novelist Juan Villoro has published his newest book and El Pais has a profile of the book and author, and a review. The Profile is the much more interesting piece of the two. Juan Villoro is not too well known in the English speaking world, but is well respected for his writing that often revolves around crime writing. You can see that in the recent Words Without Borders issue on the drug war in Mexico and the recent book of non-fiction about Latin America that he edited. His work looks interesting and perhaps with the interest in crime fiction in Mexico he’ll be translated into English.
En el origen de los relatos de Juan Villoro (México, 1956) suele ocultarse una imagen o un sueño detenido. En Arrecife (Anagrama), el núcleo argumental básico se corresponde con una postal paradisiaca, en un hotel de descanso en el Caribe, como hay tantos en México, pero en el lateral, una situación, que no se identifica si es de juego o de violencia, altera el paisaje. Esa arista perturbadora tiene que ver con la búsqueda de emociones fuertes y el contexto de violencia en que se mueve México, con cuerpos que aparecen decapitados en lugares imprevistos, como Acapulco, antaño edén turístico. “Me gustó poner en tensión ambas cosas. El narco y los clientes de un resort ansiosos de peligros controlados”, cuenta Juan Villoro, en su piso del Eixample barcelonés, decorado en un estilo minimalista, con los muebles justos y espacio para moverse. El escritor, uno de los autores de culto de su país, acaba de regresar de México. Vive entre los dos continentes. Ha gestionado la entrevista por su cuenta, sin agentes ni editores de por medio. Sobre la mesa de la cocina reposa el ordenador encendido. Escribe por las mañanas, en lo que denomina un horario bancario, regado con café. En un rato, saldrá para la Universidad Pompeu Fabra, donde imparte clases de literatura.
Con los alumnos debatirá sobre la importancia del cuento en América Latina, pero esta mañana su interés se centra en la violencia de los narcos y cómo han convertido los asesinatos en mensajes, según las distintas maneras de matar; unos los envuelven en mantas y otros practican la llamada corbata colombiana (sacar la lengua por la garganta). A través de ese discurso de la violencia se identifica a los autores de manera que las víctimas se conviertan en mensajes del horror y así matan dos veces. La situación suena escalofriante. Hasta ahora, los mexicanos vivían en dos mundos diferenciados, el de la violencia y el de la vida común, pero el crimen organizado se ha convertido ya en otra normalidad. En algunas regiones del país funcionan escuelas para narcos, hospitales donde son atendidos, clubes deportivos donde están inscritos e iglesias para ellos. “La vida mexicana transita del apocalipsis al carnaval y en ocasiones mezcla las dos categorías”, como su nueva novela.