Letras Libres has a series of reflections on summer by several authors I am familiar with, including Miguel Ángel Muñoz, Andrés Barba, and Elvira Navarro, the last two part of the Granta youngsters edition. Miguel Ángel Muñoz is a short story writer and owner of the blog, El síndrome Chejov (you can see my review of one of his books here). Each piece is a specie of reflections on youth in the summer.
From the Muñoz
¿No ocurrió todo durante el verano? Entendí muy pronto que “verano” no significaba viaje o vacaciones. Nadie me lo explicó, pero fue fácil saberlo. Durante aquellos meses, los hábitos se rompían para los mayores y solo para ellos. Los niños nos abanicábamos con los descubrimientos de la brillante rutina. En cada gesto, en las conversaciones, en las visitas que hacíamos o recibíamos, en cada minuto de cada día del verano daba la hora un reloj parado, con los mecanismos sumergidos en gozo. Pero no nos mientas, porque algo así ocurría siempre. En realidad, en cada minuto de cada día del año la infancia se desarrollaba ante un telón continuamente descorrido. Con ustedes, la vida, aunque no la conozcan y se presente sin avisar.
Y, sin embargo, recuerdas el verano como un resumen o una máquina que condensara en figuras de plastilina lo que ocurrió entonces. Si es verdad que en los meandros neuronales del cerebro perviven intactos aquellos recuerdos que ya han desaparecido, a la espera del invento que los ponga de nuevo ante nosotros a voluntad, quizás algún día explote otra vez aquella felicidad que hoy recuperas a retazos.
From the Navarro
Mi padre tenía una agencia de viajes. Lo que acabo de decir es inexacto; sin embargo, de pequeña creía que la sucursal de Cemo en Valencia pertenecía a mi padre, puesto que era el único que trabajaba en un despacho y daba órdenes fulgurantes, y además entre las ideas que por aquel entonces tenía yo de los quehaceres de un jefe estaban las conversaciones interminables con clientes, unos ojos entrecerrados que enfocaban un punto imposible de alguna orografía recóndita, el cigarro manchando el esmalte dental y mis idas y venidas por el suelo resbaloso, que se aceleraban cuando la vacilación y las palabras arrastradas se volvían fugaces: tenía que darme prisa para pedir el dinero de la merienda. Acechaba la siguiente llamada. Por otra parte, me digo ahora, un padre no puede sino ser jefe, y las frases generan obligaciones que hay que respetar. Si, por ejemplo, yo hubiera empezado esta narración con: “Mi padre era el gerente de la sucursal de Viajes Cemo en Valencia”, algo fundamental en la génesis del texto se habría roto, y me resultaría imposible escribir una sola palabra sobre mis vacaciones y los viajes. La expresión inexacta es la semilla, y también la llave, del ritmo con el que el magma incierto al que doy el nombre de “recuerdos” se ordena en oraciones.
Aunque solo era el gerente, Miguel Navarro se encargaba de los itinerarios de los viajes del Imserso, y se hacía acompañar, cómo no, de su oficio en las presentaciones,