El Pais had an article this week about Latino authors in the United States. I’m familiar with some of the names Rolando Hinojosa-Smith, Cisneros, Anaya, José Antonio Villarreal, among others. It is an interesting article, more list than anything else and a good place to start if you are interested in Latino authors. Many of the works have been translated into English if they were not written in English in the first place.
La primera obra de envergadura de las letras hispanas es The Squatter and the Don (1885), de Amparo Ruiz de Burton, escrita a la sombra de la derrota que infligió Estados Unidos a México, en la que se refleja la situación de los vencidos tras la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo. Para dar con un título que conecte con la sensibilidad literaria de la modernidad hay que trasladarse a 1936, fecha de publicación de Locos, sofisticada colección de cuentos del americaniard (español afincado en Estados Unidos, el término lo acuñó él) Felipe Alfau. Autor también de Chromos (1948), novela que narra las peripecias de los americaniards. Alfau es un outsider del canon latino, en el que ocupa un valor más bien simbólico y marginal. Publicada en 1945, Mexican Village de Josephina Niggli es una obra de considerable valor literario. Aunque nació en México, Niggli era de origen europeo tanto por línea materna como paterna, lo cual explica su visión, más idealizada que vivida, de la cultura mexicana. Mexican Village es un conjunto de 10 relatos que se entrecruzan configurando un artefacto narrativo sumamente ágil y de lectura muy amena. La obra del puertorriqueño Jesús Colón (1901-1974), una de las figuras más interesantes de la literatura hispana, es fascinante. Coetáneo de Alfau, de orígenes paupérrimos, Colón era negro, comunista, así como autor de una copiosa y brillante obra periodística tanto en inglés como en español. Un puertorriqueño en Nueva York y otras estampas (1961), su obra más emblemática, es una pequeña joya literaria. Lo más destacado de la visión de Colón es su inmensa humanidad, impregnada de un saludable sentido del humor. Colón fue precursor de la sensibilidad nuyorican, que en paralelo con la emergencia de una conciencia de la identidad chicana señala el comienzo de un movimiento de resistencia política y afirmación de los valores culturales latinos. A lo largo de la década de los sesenta, surgen en las dos costas del país obras de importancia parelela. El juez puertorriqueño Edwin Torres nos ofrece una interesante visión del mundo de la delincuencia neoyorquina que conoció de primera mano en la novela titulada Carlito’s Way (1963). Ese mismo año el chicano John Rechy publica City of Night, novela demoledorasobre el mundo de la prostitución masculina en las ciudades de Nueva York, Los Ángeles, San Francisco y Nueva Orleans. Down These Mean Streets (1967),sobrecogedor relato autobiográfico de Piri Thomas sobre la vida en Spanish Harlem, concitó el interés general del público hacia lo que ocurría en los barrios hispanos del Alto Manhattan. Aunque no vio la luz hasta 1984, la mejor crónica de la historia de la colonia puertorriqueña de Nueva York son Las Memorias de Bernardo Vega, documento de gran valor sociológico, además de literario.
A principios de la década de los setenta las letras chicanas experimentan una sacudida, con la aparición en años consecutivos de tres obras cumbre de la literatura mexicano-americana: …y no se lo tragó la tierra (1971), de Tomás Rivera; Bless Me, Ultima (1972), de Rudolfo Anaya, y Estampas del valle (1973), de Rolando Hinojosa-Smith. La primera y la tercera de estas novelas se escribieron originariamente en castellano. Muy diferente, aunque de innegable interés es la Autobiografía de un búfalo marrón (1972), del activista chicano Oscar Z. Acosta, personaje de vida y muerte intrigantes que gozó de la amistad de Hunter S. Thompson, quien trazó un perfil inovidable en Rolling Stone. Simultáneamente, se deja oír en Nueva York la voz de Nicholassa Mohr, autora de tres obras de gran valor testimonial y literario: Nilda (1973), El Bronx Remembered (1975) e In Nueva York (1977). La trilogía de clásicos de la literatura chicana escrita por Anaya, Rivera e Hinojosa-Smith tiene un precursor en Pocho (1959), de José Antonio Villarreal, y un continuador en Sabine Ulibarri, autor de una espléndida colección de relatos titulada Mi abuela fumaba puros y otros cuentos de Tierra Amarilla (1977).