The Sunday supplement of La Jornada has an interesting overview of narco literature in Mexico. Unfortunately, the books mentioned reflect a Mexico that has become more violent in areas where drugs and corruption have taken over. Worse, the author notes, is that Mexican’s have lost their ability to be shocked by these events and their representation in fiction. I imagine we will be seeing more of these books in English after the success of Black Minutes.
En 2002, Eduardo Antonio Parra se da a conocer como novelista con Nostalgia de la sombra. En esta obra se presenta a un protagonista, Ramiro Mendoza, quien se desempeña como gatillero a sueldo. La violencia y el ambiente del norte del país son desoladores; todos los escenarios recorridos por el protagonista se revelan entre un ambiente de rareza y precaución. El miedo es una constante entre los ciudadanos y los propios sicarios; todos desconfían de todos. Lo más trágico es que convertirse en sicario o gatillero a sueldo significa un trabajo como cualquier otro, a la vez que supone estar al lado del poder empresarial y delictivo –ya no el de las instituciones–, ya sea para protegerse o luchar contra él. En la novela de Parra, espacios como Tijuana, Monterrey, Sinaloa y el Río Bravo se advierten como lugares asfixiantes de peligro y disputa. En la obra hay constantes alusiones a la música de los narcocorridos, que son la épica a través de la cual se dan valor los que ingresan a la delincuencia, pues se cuentan sus hazañas, pasiones y traiciones. Ramiro conoce o se reencuentra con una serie de personajes que igual que él también están condenados. Él ha sido contratado para asesinar a una ejecutiva de bolsa; sin embargo, el protagonista no advierte que también está lleno de miedos y que no puede reconocerse a través de una apariencia física que se ha construido para no levantar sospechas. Ingresar al mundo de los gatilleros significa renunciar a una identidad, ser un sujeto clandestino en donde la ley predominante es la de la violencia, aunque sabe que puede sucumbir, pues el poder también significa traición.
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Un año después, Rafael Ramírez Heredia publica La Mara, obra de gran factura literaria que muestra la tragedia de hombres y mujeres anónimos centroamericanos en su periplo por llegar a Estados Unidos. La novela se erige como la voz de las mujeres violadas, los hombres mutilados por el tren, los jóvenes robados, secuestrados y extorsionados por los mareros y los policías. La historia de esta novela se conecta con temas de la historiografía centroamericana del siglo xx, como la guerrilla centroamericana y las guerras civiles en Honduras y Guatemala, que dejaron cientos de niños huérfanos que al llegar a la edad adulta la única opción que tienen es la de en-rolarse en el crimen. Lo que el discurso de la novela afirma es la condición trágica de los mareros y su encono social, su estatus de parias criminales como forma de vida.
Pero la narrativa mexicana también se ha ocupado del tema de los migrantes mexicanos de manera frecuente. Una de las recientes novelas es Welcome coyote (2008) de Ulises Morales Ponce, mención en el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo. Si en algunos texto de autores como Juan Rulfo se sostiene el vocablo de “bracero”, que significa ir a Estados Unidos a trabajar de manera temporal en labores principalmente del campo, con el paso de las décadas esta condición se criminaliza y se habla de ilegal, lo que supone la construcción de un aparato de corrupción donde la presencia de los polleros enfatiza la tragedia de los que cruzan la frontera. En esta novela se narran las peripecias de Mariano, un campesino oaxaqueño que abandona a los suyos frente a la miseria familiar. Más que la historia de este hombre, la novela ambienta una tragedia colectiva en donde ya no existen límites entre el crimen y la dignidad por la vida de una persona a la que se le criminaliza por ilegal.
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La lista de obras esbozadas es muy breve y arbitraria por cuestiones de espacio. Los lectores, insisto, hemos perdido la capacidad de asombro que, paradójicamente, se revela en un corpus de obras cuya naturaleza se sustenta en un trabajo de elaboración ficcional que, dicho sea de paso, resulta un recurso en pugna con una realidad mexicana insostenible, producto de la negligencia y corrupción de los gobiernos. La narrativa ofrece esa visión trágica de un país sumido en la tragedia y cuyos responsables son la clase política y su deuda histórica con el pueblo. Cabe preguntarse, ¿cuál es la recepción de obras como éstas dentro del panorama internacional? El secuestro y masacre de setenta y dos migrantes centroamericanos en agosto pasado en Tamaulipas –más los hallados recientemente–, verifica la tragedia cotidiana, por eso revisar la narrativa mexicana reciente supone un ejercicio crítico y la posibilidad de repensar el valor de la dignidad y la vida misma más allá de las fronteras nacionales.